La adquisición del lenguaje es uno de los logros más increíbles del ser humano. El dominio del lenguaje, aunque se adquiere de forma natural y espontánea, es un proceso muy complejo, que requiere de múltiples funciones y sistemas que interactúan hasta desarrollarlo (aspectos orgánicos, psicológicos, motrices, sociales, educativos, emocionales…)
En base a la complicada red de procesos que intervienen en la aparición del lenguaje, cualquier alteración que se produzca en alguna de ellas, puede suponer una dificultad o trastorno en su desarrollo.
¿Cuál es el desarrollo normal del lenguaje?
En el desarrollo normal del lenguaje aparecen dos etapas:
- La etapa prelingüística, donde el bebé se comunica con su entorno cercano a través de movimientos y gestos, y en la cual comienza a darse ya una comprensión del lenguaje de los adultos. El niño reproduce los sonidos que oye, balbucea y parlotea mediante cadenas de sonidos y sílabas.
- La etapa lingüística o verbal. Aparece a finales del segundo año. El lenguaje del niño se va ampliando gradualmente haciéndose bastante comprensible; asocia palabras a objetos de su entorno, comienza a discriminar los fonemas, etc. En torno a los dos años el niño va aumentado su capacidad para aprender palabras nuevas, adquiriendo entre 100 y 200 palabras en este período llamado “explosión del vocabulario”; en un año esta cantidad se multiplicará por diez llegando a las 1000-1500 palabras.
¿Cuándo debemos prestar atención al lenguaje del niño?
A pesar de las generalidades, la edad específica en que los niños comienzan a hablar puede variar. Así, algunos empiezan a hablar temprano y de «golpe», otros un poco más tarde y algunos, aunque se retrasan, acaban hablando locuazmente.
Cada niño sigue su propio ritmo de aprendizaje, de maduración, y un distinto ritmo en la adquisición del lenguaje. También podemos encontrar que un niño vaya más adelantado en unas áreas y atrasado en otras. Es muy difícil saber, comparando a un niño con otros, si es normal que todavía no hable o no balbucee o si su desarrollo del lenguaje es adecuado. Por ello es importante atender a ciertos signos que nos pueden estar indicando que algo no acaba de ir bien y, en caso de duda, acudir al pediatra o a un especialista del lenguaje
Los problemas en el lenguaje son algo común en la infancia y podemos decir que se dan formando un continuo que iría, desde problemas más sencillos, como la pronunciación, hasta problemas más serios, como la falta de interés por comunicarse, que el niño no comprenda lo que se le dice o que construya las frases de forma anormal. Sea cual sea la dificultad, es importante detectarla precozmente para comenzar la intervención lo antes posible y evitar mayores dificultades que pueden extenderse a nivel social, educativo, familiar…
La intervención temprana es fundamental para obtener buenos resultados. Los niños que reciben terapia del lenguaje de forma temprana (antes de los 3 años de edad) tienden a tener mejores resultados que aquellos que la comienzan más tarde. Esto no significa que los niños más mayores no se beneficien de la terapia, sino que lo harán probablemente a un ritmo más lento, debido a que ya han aprendido patrones erróneos o distorsionados que habrá que cambiar.
Veamos ahora algunas señales de alerta, por las que convendría consultar al pediatra, logopeda o terapeuta del lenguaje:
- A los 6 meses hay ausencia de balbuceos, ausencia de juegos vocálicos, ausencia de respuesta o respuestas poco claras, ante los sonidos del ambiente o la voz humana.
- A los 12 meses no reacciona ante su nombre, parece no comprender palabras de su entorno familiar y cercano, no muestra intención comunicativa, por ejemplo, a través de gestos
- Entre los 12 y los 18 meses no señala; no imita; no hace gestos como saludar, decir adiós…
- Aparición tardía de las primeras palabras, alrededor de los 2 años (aparecen normalmente entre los 12 y los 18 meses).
- A los 18 meses no señala o recurre a los adultos para conseguir algo, no comprende órdenes sencillas (toma, dame, no…); no dice palabras. Ausencia de una jerga espontánea.
- Entre 18 y 24 meses no mastica o no acepta la dieta sólida. No hay juego simbólico, no utiliza las palabras como frases para expresar lo que necesita o lo que quiere. No usa el “no”.
- A partir de los 2 años no construye frases de dos palabras; no aumenta su vocabulario; no hay iniciativa para comunicarse; no comprende los estados de ánimo de los otros; no usa el lenguaje para dar o buscar información; no dice su nombre.
- A partir de los 3 años no construye frases de tres elementos o más; no usa verbos; no hace preguntas (que, donde…); no muestra interés por jugar con otros niños.
- Entre los 3 y 4 años no tiene mucho vocabulario, no usa oraciones complejas; presenta dificultad en la narración de acontecimientos; no pronuncia bien muchos sonidos y su habla es poco entendida fuera del entorno familiar; no interacciona con otros niños.
- Entre los 4 y 5 años no pronuncia muchos sonidos (aunque es normal que se mantengan dificultades en pronunciar r, j, ch…); dificultad para comprender frases largas o complejas; lenguaje ininteligible; no hace preguntas; le cuesta entender las reglas de los juegos.
- A partir de los 5 años no hace frases complejas y compuestas; no describe; no mantiene una conversación.
¿Qué pueden hacer los padres para favorecer el adecuado desarrollo del lenguaje?
Cuando existe alguna dificultad es complicado solucionar el problema de forma “casera”, sin un tratamiento orientado y especializado, por ello es recomendable acudir a los especialistas en lenguaje para determinar el alcance de la dificultad y comenzar a trabajar. Ellos orientarán el trabajo para hacer en casa, que va a ser fundamental para reforzar y generalizar lo aprendido en las sesiones de terapia.
Trastornos o dificultades a parte, los padres pueden estimular el desarrollo del lenguaje de sus hijos desde los primeros meses de vida:
- En los primeros meses reforzar con sonrisas y gestos los ruidos que al niño le gusta producir con la lengua y los labios.
- Motivar a emitir vocalizaciones e imitar los sonidos producidos por los adultos y las cosas que le rodeen.
- A partir del primer año de vida, es recomendable ir dejando los alimentos triturados y el biberón, así como el chupete.
- Conversar con el niño, fomentando su curiosidad por el mundo que le rodea, comentando cada cosa del entorno que llame su atención, explicándole cómo se llama, para qué sirve, etc.
- Dejar que se exprese y se sienta cómodo y seguro al hacerlo, mostrándole interés y atención.
- Aprovechar cualquier ocasión, de forma natural, para enseñarle cosas y palabras nuevas: en el baño, la cocina, comentando las ilustraciones de un libro o un álbum de fotos, un paseo por la calle, etc.
- Ayudarle a que construir bien las frases haciéndole preguntas del tipo: “¿Cómo se llama…?”, “¿para qué sirve…?”, “¿quién?”, “¿cómo?”, “¿dónde está…?”, etc.
- Cuando el niño no se exprese correctamente no interrumpirle o corregirle, reaccionar simplemente como si fuéramos un eco, pronunciando lenta y claramente.
- Fomentar la autonomía del niño en todos los aspectos de acuerdo con su edad.
- Evitar las comparaciones con otros niños. Como se ha dicho ya, cada niño lleva su propio ritmo madurativo y de aprendizaje.
- Realizar actividades al aire libre relacionadas con la motricidad gruesa: correr, saltar, subir a los columpios…
- Jugar a todo lo que se os ocurra. El juego es una actividad fundamental que favorece el desarrollo del lenguaje, ya que mientras juegan, los niños hablan constantemente.
Esther Gómez Zapata
Psicologa y Terapeuta del lenguaje